23.4.06

Un año después...

Hace un año moría mi padre. Aún tengo presente la impotencia que experimenté la última noche que lo acompañé, el querer hacer todo y no poder hacer nada para aliviar su condición. En ese momento sentía que el haber estudiado tantos años y el haber ayudado a tantas personas en una sala de terapia intensiva no me servían de nada. Era mi padre, y su antorcha apenas ardía.

"Me siento mejor papá, me siento mejor" fueron algunas de sus palabras optimistas cuando le coloqué un suero cuya única función era introducir un poco de agua en su cuerpo deshidratado. Dos días antes me había pedido que le hiciera unas tarjetas para promocionar su oficio desde la adolescencia, la compostura de calzados. Debido a su enfermedad hubo que cerrar su negocio en el centro de la ciudad, pero aún desde la cama podía dedicarse a hacer unos arreglos menores. Asombrosa contradicción, el cáncer que lo tenía postrado nunca pudo vencer su espíritu luchador y esa manera de mirar el futuro con esperanza.

Hoy extrañé mucho su sonrisa, y ese abrazo sincero que hacía sentir sus manos callosas en la espalda.

No haría honor a su memoria si omitiera la cualidad que lo caracterizaba, mi padre era un hombre de fe. Llevo grabada en mi interior la frase con el que se despidió de nosotros. Entrada la noche, sabiendo que era la última, nos reunió alrededor suyo y pidió "compartir la Palabra y la oración". Providencialmente el salmo 84 nos acompañó:

"Anhelo con el alma los atrios del Señor;
casi agonizo por estar en ellos.
Con el corazón, con todo el cuerpo,
canto alegre al Dios de la vida"

El fue un pastor modesto, al igual que mi abuelo. Nunca supo de títulos, ni jerarquías, ni de grandes auditorios embelesados con su discurso. Por el contrario, dedicó su vida a una pequeña iglesia y a su familia. Conocía el secreto de la madurez personal: andar humildemente con Dios.

Me siento pequeño ante un hombre tan grande. Un año después su legado, la fe, me sigue dando la certeza que Cristo acompaña mi caminar a pesar de las inclemencias del tiempo. Es que tuve un padre que me enseñó a mirar el futuro con esperanza.